A vosotros, los hipócritas (Parte Siete)

La política es una pantomima, una obra de teatro, un negocio, una partida interminable de «¿dónde está la bolita?» pero sin bolita; es como un programa de televisión: llegan concursantes, nos entretienen, se llevan el dinero calentito y se van. Nosotros les seguimos el juego, queremos creernos sus vacías promesas y discutimos entre nosotros creyendo que ellos también lo hacen, aunque para ellos es una profesión: se ganan la vida con los problemas de la sociedad. No nos olvidemos de que «el poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente». A base de mentiras, medias verdades, omisiones, opresiones y desinformación están haciendo con nosotros lo que quieren, porque hemos olvidado que ellos son los que están a nuestro servicio, y no a la inversa. Hay que recordar que la política es un oficio encaminado a garantizar el bien común, no una ventaja. Es una responsabilidad, no una regalía. No digo que yo lo hubiera hecho mejor, porque os puedo asegurar que conmigo en cabeza ya no quedaría dinero ni riqueza a la que no le hubiera puesto la mano encima, que no os quepa la menor duda. Sin embargo, creo que uno tiene derecho a señalar las imperfecciones de un sistema que, desde hace demasiado tiempo, se mantiene a flote a trompicones y que está ahora a punto de naufragar.

Confío en que, en algún momento, sea el año que sea y del siglo que sea, sabremos exactamente qué originó y cómo se originó la pandemia, qué ocurrió y por qué se actuó como se actuó. Espero que alguien fiable lleve a cabo una investigación que esclarezca los hechos. Mientras tanto, recemos para que no vuelva a ocurrir nada parecido y preguntémonos si los cimientos que sustentan nuestra sociedad son tan sólidos como queremos creer. De momento, me he reafirmado en que:

  • Los estados son extremadamente fáciles de derribar.
  • No existe la igualdad ante la ley: sigue habiendo privilegiados y no privilegiados.
  • El mundo no cambia.
  • La gente es hipócrita.
  • La gente es imbécil (puede que dedique una entrada entera a hablar de ello).
  • Las medidas tomadas no eran sanitarias, sino políticas. Por ejemplo:
    • Problema: el virus se transmite por el aire.
    • Solución: dejar metro y medio de distancia.
    • Observación: si hemos establecido que el virus se propaga fácilmente por el aire, que dejes una distancia de un metro, metro y medio o dos, o los que sean, no soluciona nada. No obstante, en un restaurante, por ejemplo, se puede aprovechar mejor el espacio para tener más mesas si se deja metro y medio en lugar de dos. Es consecuencia de que un bando quiera un metro y el otro quiera dos, pues ni pa’ ti ni pa’ mí, metro y medio se ha dicho. Por tanto, que no vayan diciendo por ahí que es porque lo han recomendado los «expertos».

A los que os quejabais de que era inhumano tener las manos secas de tanto lavarlas con jabón y no poder quedar con los amigos ni ir de fiesta, y a los que os creéis héroes por seguir a pie juntillas las restricciones aplicadas y por salir a aplaudir a las 20:00 como focas en un circo, pero que a la mínima que aflojaron las limitaciones vivíais como si nada mientras sanitarios, transportistas, voluntarios y autoridades plantaban cara a todo lo que sucedía, enfermos no podían recibir el tratamiento adecuado y víctimas debían convivir con sus maltratadores, os pregunto, ¿realmente era para tanto? Hubo desgracias peores, y los que vivieron situaciones tensas y desgarradoras podrían haber hallado consuelo en el apoyo del resto de los confinados, aunque éstos prefirieron hacerse oír con sus inmaduros lamentos y orientar su malestar a quienes estaban sobrellevando su misma situación. Refugiémonos en el hecho de que podría haber sido mucho, pero que mucho mucho, peor.

Sigue habiendo incógnitas que sigo sin descifrar, como:

  • ¿Para qué sirve la Organización Mundial de la Salud si un día dicen una cosa y otro día dicen la contraria?
  • ¿Para qué sirven los políticos si sabemos que mienten como bellacos y que aprovechan un puesto público para enriquecerse personalmente?
  • ¿Por qué cuando los políticos se van por las ramas al responder cuestiones o al dar explicaciones ningún periodista les dice que no han contestado a su pregunta y la repiten, en lugar de dejarles escapar tranquilamente?
  • ¿Por qué nadie ha pedido responsabilidades por los perjuicios que causó la pandemia?
  • ¿Por qué nadie nos ha asegurado que nunca volverá a repetirse algo así?
  • ¿Por qué, por ejemplo, exigen que España pida perdón por la «conquista de América», pero nadie exige que (presuntamente) China pida perdón por un virus que ha matado a millones de personas en todo el mundo (si nos fiamos de los datos)?
  • ¿Quiénes son los expertos?, ¿por qué lo son?, ¿para qué sirven?, ¿de dónde vienen? ¿Es el «según los expertos» y «la ciencia dice» el nuevo «me lo ha dicho Dios»?

Creo que la mayoría de interrogantes pueden resolverse con una sola palabra: dinero.

2 comentarios en “A vosotros, los hipócritas (Parte Siete)

  1. Pepe que cada vez más uno se sorprende de las habilidades para engañar al pueblo. Yo estoy convencido que no hay mayor enemigo para un político que un ciudadano que piensa, a esos se les relega, se les persigue y se les busca silenciar. Que la gente es estúpida, pues sí, y eso que no hay diferencia entre países. Latinoamérica es la mayor muestra de estupidez e imbecilidad política que podría existir.

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    • En efecto, y para evitar la existencia de ciudadanos que piensan por sí mismos, se empieza a moldear a la población a través de la educación y después mediante los medios de comunicación y las redes sociales, para enseñarnos que no importa lo que se hace, sino lo que se dice.

      Un saludo y gracias por comentar.

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